Al igual que queremos que nuestros hijos acudan a nosotros para recibir consejo y consuelo, nuestro Padre Celestial desea que nosotros acudamos a Él.
Él nos pide, “orad siempre, sed creyentes” (D. y C. 90:24). Cuando nuestros hijos se arrodillan con nosotros en oración y escuchan nuestras peticiones a favor de ellos, se sientan las bases de la oración en sus propias vidas.
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