sábado, 20 de diciembre de 2008

CONOCIENDO MI CIUDAD

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A veces, al andar por los senderos de la vida, queremos demorarnos en lugares peligrosos, pensando que es divertido y emocionante y que tenemos todo bajo control.
En ocasiones pensamos que podemos vivir al borde del peligro, y aún así, mantener nuestra virtud, pero ése es un lugar peligroso.
Tal como nos dijo el profeta José Smith: “La felicidad es el objeto y propósito de nuestra existencia; y también será el fin de ella, si seguimos el camino que nos conduce a la felicidad; y este camino es virtud” (Enseñanzas del Profeta José Smith, pág. 312).
El Salvador es el ejemplo perfecto de virtud. Cuando Jesús anduvo por los caminos de la Tierra Santa, “anduvo haciendo bienes” (Hechos 10:38). Sanó a los enfermos, hizo que los ciegos vieran y levantó a los muertos.
“Enseñó las verdades de la eternidad, la realidad de nuestra existencia premortal, el propósito de nuestra vida en la tierra y [nuestro] potencial [como]… hijos de Dios en la vida venidera” (véase “El Cristo Viviente: El Testimonio de los Apóstoles”, Liahona, abril de 2000, págs. 2–3).
Uno de mis pasajes preferidos de las Escrituras dice: “Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas” (Proverbios 3:5–6).


Un pequeño video de la actividad

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