Todo poseedor del sacerdocio se halla en una posición única y tiene una importante tarea que sólo él puede llevar a cabo.
Estimados hermanos, me siento honrado de estar con ustedes en esta asamblea mundial del sacerdocio. Al igual que ustedes, estoy tan agradecido de estar ante la presencia de nuestro amado profeta, el presidente Thomas S. Monson, y del presidente Eyring. Hermanos, les agradecemos su fidelidad y fortaleza moral. En verdad es un gozo y un privilegio ser parte de esta gran hermandad.
Impulsen desde donde estén
Hace unos años, en nuestro centro de reuniones de Darmstadt, Alemania, se le pidió a un grupo de hermanos que trasladara un piano de cola desde el salón sacramental al salón cultural contiguo, donde lo necesitaban para una actividad musical. Ninguno de ellos se dedicaba de profesión a las mudanzas y la labor de transportar el pesado instrumento hasta el salón cultural parecía casi imposible. Todos sabían que la tarea requeriría no sólo fuerza física, sino también una meticulosa coordinación. Surgieron numerosas ideas, pero ninguna que lograra que el piano se mantuviera debidamente equilibrado. Se reubicaba una y otra vez a los hermanos según la fuerza, la altura y la edad, pero nada funcionaba.