La oración es un don celestial que tiene por objeto ayudarnos a alcanzar la fuerza propulsora espiritual; realza y cultiva nuestra relación con Dios. ¿No es grandioso que podamos conversar con la suprema Fuente de sabiduría y compasión del universo en cualquier momento que deseemos y en cualquier lugar?
La oración diaria, sencilla, sincera y poderosa nos permite elevarnos a una altitud espiritual superior. En nuestras oraciones alabamos a Dios, le damos gracias, confesamos nuestras debilidades, exponemos nuestras necesidades y expresamos profunda devoción a nuestro Padre Celestial. Al realizar este esfuerzo espiritual en el nombre de Jesucristo el Redentor, somos investidos con más inspiración, revelación y rectitud que traen el brillo del cielo a nuestra vida.
La oración nos ayuda a superar las épocas tormentosas; nos ayuda a vislumbrar ese cielo azul que no podemos ver desde nuestro punto de vista terrenal y nos revela una nueva visión: un horizonte glorioso y espiritual lleno de esperanza y la convicción de las grandes bendiciones que el Señor les ha prometido a aquellos que lo aman y lo siguen.