sábado, 31 de octubre de 2020

Élder David A. Bednar - Una RESERVA de AGUA VIVA

Jesús enseña a una mujer samaritana

Quiero comenzar con una pregunta sencilla. ¿Cuál es la sustancia o el artículo más valioso del mundo? Inicialmente podríamos pensar que el oro, el petróleo o los diamantes tienen el mayor valor, pero de todos los minerales, metales, joyas y disolventes de la tierra, la sustancia más valiosa es el agua.

La vida brota del agua y el agua sostiene la vida. El agua es el medio requerido para realizar las diversas funciones relacionadas con todas las formas de vida conocidas. Las dos terceras partes del cuerpo son agua. Una persona puede sobrevivir muchos días, incluso semanas, sin alimento, pero usualmente morirá en sólo tres o cuatro días sin agua. La mayor parte de los grandes centros de población están situados cerca de fuentes de agua fresca. En pocas palabras, la vida no podría existir sin el acceso a una cantidad suficiente de agua pura.

Agua viva

Dado el papel vital del agua para sostener toda forma de vida, el uso que hace el Salvador de la frase “agua viva” tiene suprema importancia. Tal como se describe en el capítulo cuatro de Juan, Jesús y Sus discípulos pasaron por Samaría al viajar de Judea a Galilea. En la ciudad de Sicar se detuvieron junto al pozo de Jacob. Ver el Video


El agua viva a la que se refiere este episodio es una representación del Señor Jesucristo y Su evangelio. Y así como el agua es necesaria para sostener la vida física, también el Salvador, Su doctrina, sus principios y ordenanzas son esenciales para la vida eterna. Necesitamos diariamente su agua viva en grandes cantidades para sostener nuestro crecimiento y desarrollo espiritual.

Las escrituras son una reserva de agua viva

Las Escrituras contienen las palabras de Cristo y son una reserva de agua viva a la que tenemos fácil acceso y de la que podemos beber profundamente. Debemos acudir a Cristo y venir a Él, quien es “la fuente de aguas vivas” (1 Nefi 11:25; compárese con Éter 8:26; 12:28) al leer (véase Mosíah 1:5), estudiar (véase D. y C. 26:1), escudriñar (véase Juan 5:39; Alma 17:2), y deleitarnos (véase 2 Nefi 32:3) en las palabras de Cristo contenidas en las Santas Escrituras. Al hacerlo, podemos recibir guía y protección espiritual durante nuestra jornada mortal.

No sólo somos bendecidos por tener estas Escrituras tan a la mano en la actualidad, sino que también tenemos la responsabilidad de usarlas de manera regular y eficaz y de beber profundamente de la reserva de agua viva. Creo que esta generación de jóvenes está más sumergida en las Escrituras, conoce más a fondo las palabras de los profetas, y es más propensa a acudir a las revelaciones en busca de respuestas que cualquier generación pasada, pero tenemos una gran distancia que cubrir en el sendero estrecho y angosto— más que aprender, más que aplicar y más que experimentar.


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