Mis queridos hermanos y hermanas, no sé exactamente cuál será nuestra experiencia el día del juicio, pero me sorprenderá mucho si en algún momento de la conversación Dios no nos pregunta exactamente lo mismo que Cristo le preguntó a Pedro: “¿Me amaste?”.
Creo que Él querrá saber si, en nuestra comprensión sumamente mortal, muy inadecuada y a veces infantil de las cosas, al menos comprendimos un mandamiento, el primero y el más grande mandamiento de todos: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas y con toda tu mente”. Y si en ese momento podemos balbucear: “Sí, Señor, tú sabes que te amo”, entonces Él quizás nos recuerde que la característica suprema del amor es siempre la lealtad.