viernes, 26 de diciembre de 2014

LA MEJOR DE LAS NAVIDADES - Pdte. Thomas S. Monson

En esta época del año, las ondas radiofónicas están llenas de música navideña. Mi corazón se remonta muchas veces a mi hogar natal y a Navidades pasadas al escuchar algunas de mis canciones predilectas de Navidad, tal como ésta:

¡Ah! No hay nada como el hogar
para las Fiestas, pues no obstante
lo mucho que te puedas alejar,
si quieres ser feliz de mil maneras
para las Fiestas, nada supera
al hogar, el dulce hogar 1.

Una escritora dijo: “Otra vez Navidad, siempre el momento del regreso. Al destacarse por su misterio, su espíritu y magia, de cierto modo la época parece quedar suspendida en el tiempo. La importancia de todo lo que nos es querido, que es duradero, se renueva: Hemos regresado al hogar” 2.

El presidente David O. McKay (1873–1970) dijo: “La verdadera felicidad se obtiene solamente al hacer felices a otras personas, o sea, en la aplicación práctica de la doctrina del Salvador de perder la vida para hallarla".



En resumen, el espíritu de la Navidad es el espíritu de Cristo que ilumina nuestro corazón con amor fraternal y amistad, y que nos inspira a rendir actos bondadosos de servicio. “Es el espíritu del evangelio de Jesucristo, por cuya obediencia se obtendrá ‘paz en la tierra’, porque significa buena voluntad hacia todos los hombres” 3.

El dar, no el recibir, hace florecer plenamente el espíritu de la Navidad. Se perdona a los enemigos, se recuerda a los amigos y se obedece a Dios.

El espíritu de la Navidad ilumina la ventana panorámica del alma por la que contemplamos la vida agitada del mundo y nos hace interesarnos más por las personas que por los objetos. Para comprender el verdadero significado del “espíritu de la Navidad”, sólo tenemos que recordar de quién es el nacimiento que celebramos ese día y entonces se convierte en el “Espíritu de Cristo”.
Lo recordamos a Él Si tenemos el espíritu de la Navidad, recordamos a Aquel cuyo nacimiento conmemoramos en esta época del año. Con la imaginación, contemplamos aquella primera Navidad predicha por los profetas de la antigüedad. Así como yo, ustedes recordarán las palabras de Isaías: “He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel” 4, que significa “Dios con nosotros”.

En el continente americano, los profetas dijeron: “Porque he aquí que viene el tiempo, y no está muy distante, en que con poder, el Señor Omnipotente… morará en un tabernáculo de barro… sufrirá tentaciones, y dolor… Y se llamará Jesucristo, el Hijo de Dios” 5. Entonces llegó aquella noche de noches en que los pastores se hallaban en los campos y el ángel del Señor apareció ante ellos, anunciándoles el nacimiento del Salvador. Más adelante, los magos viajaron desde el Oriente hasta Jerusalén, “diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle … “Y al ver la estrella, se regocijaron con muy grande gozo. “Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra” 6.

Los tiempos cambian; los años pasan en rápida sucesión; pero la Navidad continúa siendo sagrada. En esta maravillosa dispensación de la plenitud de los tiempos, las oportunidades que tenemos de dar parte de nosotros mismos son verdaderamente ilimitadas, pero también sonperecederas. Hay corazones que alegrar, palabras bondadosas que expresar, regalos que dar, buenas acciones que llevar a cabo. Hay almas que salvar. 

Un regalo de Navidad
En el siglo pasado, a principios de los años 30, Margaret Kisilevich y su hermana Nellie dieron un regalo de Navidad a sus vecinos, la familia Kozicki, que éstos recordaron por el resto de su vida y que llegó a ser una inspiración para todos los miembros de esa familia. En esa época, Margaret vivía en Two Hills, Alberta, Canadá, una comunidad de granjeros poblada en su mayor parte por inmigrantes ucranianos y polacos, que generalmente tenían familias grandes y eran muy pobres. Eran los tiempos de la gran depresión económica. La familia de Margaret consistía de sus padres y los quince hijos de ambos. La madre era una mujer industriosa y el padre era un hombre emprendedor, y con todos aquellos hijos formaban un buen equipo de trabajadores; por consiguiente, su hogar estaba siempre tibio en el invierno y, a pesar de su humilde situación, nunca pasaban hambre. En el verano cultivaban un enorme huerto, hacían chucrut [repollo fermentado], requesón, crema agria y encurtidos para hacer intercambio. También criaban aves,
cerdos y ganado para consumo. Tenían poco dinero, pero podían cambiar todos esos productos por otros artículos que ellos no producían. La madre de Margaret tenía unos amigos con los cuales había emigrado de su país; éstos eran propietarios de una tienda de artículos generales, la que se convirtió en un depósito donde la gente del lugar donaba o trocaba ropa, zapatos, etc., de segunda mano. Muchos de esos artículos pasaron a la familia de Margaret. Los inviernos en Alberta eran fríos, largos y rigurosos; durante uno de ésos, Margaret y su hermana Nellie notaron la pobreza de sus vecinos, la familia Kozicki, que vivían en una granja a pocos kilómetros. Cuando el padre de esta familia llevaba a los hijos a la escuela en su trineo hecho en casa, siempre entraba en el edificio para calentarse junto a la estufa antes de regresar a casa. El calzado de la familia consistía en trapos y bolsas de arpillera que cortaban en tiras y con las que se envolvían las piernasy los pies; después las rellenaban de paja y las ataban con un cordel.
Las dos niñas decidieron invitar, por medio de los niños, a la familia Kozicki para la cena de Navidad; también se pusieron de acuerdo en no hablar de la invitación con nadie de su familia. Llegó la mañana de Navidad y todos estaban muy ocupados en los preparativos para el banquete del mediodía.
La noche anterior habían puesto en el horno el enorme trozo de cerdo para asar; con anticipación, ya se habían preparado los rollos de repollo, las rosquillas, los bollos de ciruela y una bebida especial de azúcar acaramelada; para completar el menú, había chucrut, encurtidos y hortalizas surtidas. Margaret y Nellie estaban a cargo de preparar las hortalizas frescas, y la madre les preguntó varias veces por qué pelaban tantas papas, zanahorias y remolachas, pero ellas se limitaron a seguir pelando sin decir nada.
El padre fue el primero en notar el trineo tirado por caballos y lleno con trece personas que llegaba por el camino. Puesto que le gustaban mucho todos los caballos, era capaz de reconocerlos a gran distancia. “¿Por qué vienen para acá los Kozicki?”, le preguntó a la esposa, y ésta contestó: “No lo sé”. Una vez que llegaron, el papá de Margaret ayudó al señor Kozicki a poner los animales en el establo, y la esposa de éste abrazó a la mamá de Margaret y le agradeció el que los hubieran invitado para Navidad. Luego todos entraron en la casa y las festividades comenzaron. Los adultos comieron primero; a continuación, se lavaron los platos y cubiertos y los niños comieron en turnos. Fue un festín magnífico que se hizo mejor por haberlo compartido. Después de que todos terminaron de comer, cantaron villancicos y otras canciones de Navidad, tras lo cual los adultos se sentaron otra vez a conversar.
La caridad en acción Margaret y Nellie llevaron a los niños al dormitorio y sacaron de debajo de la cama varias cajas llenas de ropa y calzado de segunda mano que los comerciantes amigos de su madre les habían regalado. A esto siguió un celestial desorden, con un desfile de moda espontáneo mientras cada uno elegía la ropa y el calzado que más le gustaba.
Hicieron tanto alboroto que el padre de Margaret fue a averiguar a qué se debía todo ese ruido. Al ver la felicidad de sus hijas y el regocijo de los niños de los Kozicki con sus ropas “nuevas”, sonrió y les dijo: “Sigan divirtiéndose”. A primera hora de la tarde, antes de que se pusiera muy frío y oscuro con la puesta de sol, la familia de Margaret despidió a sus amigos, que se fueron bien alimentados, bien vestidos y bien calzados. Margaret y Nellie nunca contaron a nadie sobre su invitación a los Kozicki y el hecho permaneció en secreto hasta 1998, cuando al celebrar su Navidad número setenta y siete, Margaret Kisilevich Wright lo contó por primera vez a su familia, comentando que aquella había sido la mejor Navidad de su vida.

Si queremos tener la mejor Navidad de nuestra vida, debemos prestar atención al sonido de los pies calzados con sandalias; debemos tratar de alcanzar la mano del Carpintero. Con cada paso que demos en Sus huellas, abandonaremos una duda y ganaremos una verdad. 

De Jesús de Nazaret se dijo que “crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres” 7. ¿Tenemos nosotros la determinación de hacer lo mismo?

Una línea de las santas Escrituras contiene un tributo a nuestro Señor y Salvador, de Quien se dijo que “anduvo haciendo bienes… porque Dios estaba con él” 8.

Ruego que en esta época de Navidad, y en todas las Navidades venideras, sigamos Sus pasos. Entonces cada Navidad será la mejor de nuestra vida. 


Notas
1. Al Stillman y Robert Allen, “Home for the Holidays” [“Regreso al hogar para las Fiestas”].
2. Elizabeth Bowen, “Home for Christmas”, citado en la obra de Mary Engelbreit, Believe: A Christmas Treasury [“Cree: Un tesoro de Navidad”], 1998, pág. 27.
3. David O. McKay, Gospel Ideals [“Ideales del Evangelio”], 1953, pág. 551.
4. Isaías 7:14; véase también Mateo 1:18–25.
5. Mosíah 3:5, 7–8.
6. Mateo 2:2, 10–11.
7. Lucas 2:52.
8. Hechos 10:38.

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