Que el Señor los bendiga y los inspire a andar sin ira.
Mis amados hermanos, dondequiera que se encuentren, ya sea aquí en el Centro de Conferencias o en la sala de una capilla allende de la mar, qué maravilloso es que podemos hablarles desde este Centro de Conferencias y que ustedes puedan oír lo que decimos en lugares remotos como en la Ciudad del Cabo, Sudáfrica.
Esta noche he decidido hablar del tema de la ira. Reconozco que esto es un poco fuera de lo común, pero pienso que es muy oportuno.
Un proverbio del Antiguo Testamento dice:
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