Jesucristo había pasado el día ministrando en la tierra de Abundancia, enseñando Su evangelio, dándole al pueblo la oportunidad de venir y palpar las marcas en Su cuerpo resucitado y testificando que Él era el Salvador prometido. Ahora había llegado la hora de partir. Necesitaba volver a Su Padre, y Él sabía que las personas necesitaban tiempo para meditar en aquello que les había enseñado. Así que despidió a las multitudes para que fueran a sus casas, y les prometió que regresaría al día siguiente. Pero nadie se marchó. Ellos no expresaron lo que sentían, mas Jesús pudo sentirlo: ellos deseaban que Él “permaneciese un poco más con ellos” (3 Nefi 17:5). Él tenía otros asuntos importantes que hacer, pero las oportunidades de mostrar compasión no se presentan siempre en el momento oportuno; por lo tanto, Jesús se quedó un poco más con el pueblo. Lo que sucedió a continuación quizás sea el ejemplo de ministración más entrañable que se haya registrado en las Escrituras. Los que estuvieron presentes solo alcanzaron a decir que fue indescriptible (véase 3 Nefi 17:16–17). El propio Jesús resumió el imprevisto derramamiento espiritual con estas sencillas palabras: “Y ahora he aquí, es completo mi gozo” (3 Nefi 17:20).
- 3 Nefi 17 El Salvador es mi ejemplo perfecto de ministrar.
- 3 Nefi 17:13–22; 18:15–25; 19:6–9, 15–36 El Salvador nos enseñó la manera de orar.
- 3 Nefi 18:1–12 Puedo ser lleno espiritualmente al participar de la Santa Cena.
- 3 Nefi 18:36–37; 19:6–22 Los discípulos de Jesucristo procuran el don del Espíritu Santo.