viernes, 12 de octubre de 2007

EL PODER DE LOS HIMNOS

Los himnos son “una parte esencial de nuestras reuniones de la Iglesia. [Ellos] invitan la presencia del Espíritu del Señor” y con frecuencia lo logran más rápidamente que nada de lo que podamos llegar a hacer. El presidente J. Reuben Clark, hijo, dijo: “Quizás nos acercamos más al Señor a través de la música que por cualquier otro medio, excepto la oración”.



Dos misioneros que se encontraban en Perú enseñando a un matrimonio de ancianos fueron interrumpidos por la llegada del hijo de éstos, de su esposa y de sus tres hijos. Los élderes les explicaron quiénes eran y qué estaban haciendo; pero la desconfianza que el hijo demostró en los misioneros originó un momento bastante incómodo. El compañero menor oró en silencio: “Padre Celestial, ¿qué hacemos?”; y recibió la impresión de que debían cantar, por lo que entonaron “Soy un hijo de Dios”. El Espíritu conmovió el corazón de esa familia de cinco personas, y en lugar de dos, fueron siete las personas que se convirtieron, inicialmente influenciadas por un himno.

La música en las reuniones y en las clases de la Iglesia debe crear un espíritu de adoración, de revelación y de testimonio. El obispado o la presidencia de rama tienen la responsabilidad de escoger o de aprobar la música para las reuniones sacramentales. Ellos se aseguran de que la música, las palabras, y los instrumentos musicales sean sagrados, adecuados y que fomenten la adoración y la revelación. La música se convierte en una “actuación” cuando hace que la atención se centre en la interpretación.
Adorar con más significado mediante los himnos

Las lecciones importantes que he aprendido y que me esfuerzo por aplicar acerca de los himnos son:
1. Esforzarme por ser más puntual a las reuniones, sentarme en silencio, oír la música del preludio y sentir la reverencia y la revelación.
2. Salir de las reuniones con más reverencia, para permitir que la música que se toca al finalizar la reunión sea una extensión del espíritu de la reunión.
3. Cantar los himnos. A menudo veo personas que tienen himnarios a la mano, pero que no cantan.
4. Escoger himnos apropiados para la reunión y para los mensajes.
5. Usar los himnos para presentar o recalcar en las clases las Escrituras y las verdades del Evangelio.
6. Escuchar los himnos con más frecuencia en nuestro hogar, a fin de invitar que reine el Espíritu.
Ruego que eliminemos de nuestra vida toda música inapropiada y que sigamos el consejo de la Primera Presidencia: “Hermanos y hermanas, valgámonos de nuestros himnos para invitar al Espíritu del Señor para que esté presente en nuestras congregaciones, en nuestro hogar y en nuestra propia vida. Aprendámoslos de memoria, reflexionemos en lo que dicen, recitemos o cantemos la letra y permitamos que nos nutran espiritualmente. Recordemos que la canción de los justos es una oración para nuestro Padre Celestial, y ‘será contestada con una bendición sobre [nuestra] cabeza’ ”. De estas verdades testifico, en el nombre de Jesucristo. Amén.

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